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Sabina Urraca y María Jesús Fraga vuelven a acercarnos a Elena Fortún y su Patita y Mila, estudiantes
7 mayo 2019 |20:00
Patita y Mila, estudiantes, la última novela que publica en vida Elena Fortún (1951) y que pone fin a la saga de la familia Gálvez, está protagonizada por las dos hermanas pequeñas de Celia, de quince y once años de edad. Recién llegadas a Barcelona –junto a su creadora–, descubren la ciudad a la vez que experimentan, a lo largo de un año, las perplejidades de una etapa vital que afrontan sin modelos ni ataduras familiares. La intrépida Mila, que ya ha adquirido gran experiencia como narradora, se crece en esta novela ante el deseo de su autora de que resulte divertida. Y recrea con humor los fallidos intentos con que Patita trata de abordar los ritos de iniciación a la vida adulta, las situaciones surrealistas que la propia Mila contribuye a crear y las que provocan la risa floja de las protagonistas –esa risa tan propia de la adolescencia, tan inoportuna como incontrolable–. Lo que hace de Patita y Mila, estudiantes una pequeña obra maestra es la empatía que la soledad y la ingenuidad de las hermanas suscita en el lector entre tantos y tan acertados golpes de humor.
Elena Fortún (Madrid 1886-1952) es, junto con Antonio Robles, la autora más representativa de la literatura infantil española en la primera mitad del siglo XX. Escritora un tanto tardía, pues no empieza a publicar sino en 1928, pasados ya los cuarenta años, pero de obra dilatada, obtuvo un rápido reconocimiento, gracias sobre todo a la serie de Celia, de la que publicó cinco volúmenes antes de 1936. Colaboró en Gente Menuda, Macaco, El Perro, el Ratón y el Gato y, en especial, en Crónica, popular revista gráfica en la que aparecieron, desde principios de los años treinta hasta finales de la guerra civil, multitud de cuentos suyos, la mayoría aún por recoger.