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Sonámbulos Ediciones celebra un encuentro con tres de sus autores para conocer sus últimos trabajos: Mario Vega, Lorenzo Roal y Alejandro V. Bellido
18 diciembre 2021 |12:00 a 14:00
Gratuito
Este libro, nacido de las trincheras, hay que entenderlo como lo que es: una AK- 47 con 31 balas en la recámara dispuestas no a llevarse a nadie por delante.
Este libro de Mario me ha parecido fresco, sincero y amigable, y porque me han gustado y divertido mucho los versos que contiene y, sobre todo, porque Mario es un cowboy de medianoche, un fiel seguidor de las conversaciones radiofónicas de cuatro señores mayores que han decidido, como Peter Pan, no crecer y seguir siendo eternamente jóvenes LUIS ALBERTO DE CUENCA’Esto no es un poema / sino un grito rebelde. Solo un poco / de puro desengaño’, así comienza el poema ‘Comanchería’ y así define Mario, sin quererlo, este libro que tienes, lector, entre tus manos. Pero, para empezar, ¿qué es un comanche? Comanche significa enemigos para siempre. Enemigos de todos. ¿Y comanchería? Lo mismo pero en la primera persona del plural: camaradas comanches. Y esto es absolutamente clave para entender.
Mario Vega (Oviedo, 1992) estudió el Grado de Maestro de Educación Primaria pero actualmente no ejerce como maestro, sino que trabaja no sabe muy bien haciendo qué en la Administración General del Estado. Director de Ediciones Maremágnum donde ha participado como antólogo en Piel fina. Poesía joven española (Maremágnum, 2019) y copresentador del caótico podcast Que tenemos que hablar de muchas cosas, un programa de poesía en el que no se habla de poesía. Su último libro publicado fue La mala conciencia (Hiperión, 2019, Premio Valencia Nova).
Lorenzo Roal sabe que la vida y su turbio esplendor están en la raíz de todo canto, y que lo demás es oficio de paciencia y jardineo de lecturas. Con una voz medida y comedida, propia de la pública confidencia, su poesía busca en el ámbito doméstico y las referencias pop el espacio simbólico de la intimidad, sin renunciar al retrato enmascarado del monólogo dramático o a la reflexión bienhumorada sobre la propia tarea.
Quien se acerque a los poemas de Última noche recordará que la mejor respuesta a la oscuridad es siempre una luminosa pregunta; que, si no se ahueca el tono y el poeta atiende a los anhelos esenciales, el trabajo de la palabra nunca es vano. Aunque solo el presente tiene verdaderos detalles con nosotros, ningún regalo del tiempo estará perdido para siempre si encuentra una forma cabalmente emocionada de decir su adiós. Enfermos de vida, esa afección intemporal, estos versos aspiran a que la herida del tiempo cicatrice en la memoria de los lectores.

