Un autor novel, Michael Thallium, publica su primera novela, titulada Me creí inmortal hasta que me morí. Con esa frase comienza la obra, que sitúa al lector frente a la repentina muerte del protagonista (el propio autor) apenas cumplidos los cuarenta y seis años. Una muerte tras la que alcanza un estado singular, extraño, del que jamás había tenido noticia, ni siquiera en sus muchas lecturas, pues desde esa nueva situación puede recorrer el pasado de todas las vidas humanas que ha habido a lo largo de la historia de la humanidad y vivirlo como si estuviera en el presente. Esta característica le permite entrevistarse con sus personajes preferidos, de tal modo que mantiene encuentros con Clara Campoamor, Ramón y Cajal, Miguel de Cervantes, Shakespeare, Mozart, Bach… y otros muchos, al tiempo que nos va desvelando su propia vida personal, repleta de amoríos y viajes, hasta que le sorprendió la muerte temprana. La novela es novedosa en un planteamiento que le permite al lector transitar por momentos cruciales de la historia de la literatura y del arte, de la historia de la humanidad, en fin, como si estuviera viviéndolos en persona, y conocer a sus protagonistas de primera mano, en unos encuentros, aunque imposibles, muy verosímiles.
El autor, madrileño de 1972, quiso ser desde niño «director de orquesta, buen esposo y buen padre». Confiesa que estudió música, pero no terminó la carrera de piano, como tampoco terminó los estudios de Telecomunicaciones ni de Físicas, carreras en las que se había matriculado «por amor y desamor, respectivamente, a la misma mujer; luego aprendí alemán para huir y olvidarme de ella». Después estudió traducción e interpretación y continuó aprendiendo más idiomas. Ha viajado por todo el mundo, al que al menos ha circundado una vez. Ha desarrollado actividades profesionales variopintas: traductor, intérprete, asesor lingüístico, animador turístico, au pair, relaciones públicas, asistente de director de crucero, cantante y músico ocasional, guía, organizador de excursiones por Indonesia y Australia, comercial de hoteles por Europa, coordinador de grupos, director de hotel en cruceros… En 2008, tras un periodo de reflexión, comprendió que lo que realmente le llenaba era comunicar, dejar un pequeño legado y vivir despertando el potencial humano. Entonces hizo suyas las cuatro “ces” de la vida: creer, crear, comunicar y convivir.